Verdadero. Los romanos apreciaban las capacidades blanqueadoras de la orina.
De hecho, en la Antigua Roma era habitual que dejaran reposar la orina para que se convirtiera en amoníaco gracias a unos procesos químicos derivados de su descomposición.
El amoníaco es uno de los productos de limpieza más efectivos a la hora de eliminar la suciedad y la grasa neutralizando su acidez gracias a su pH.
Enjuague bucal
Por estas utilidades, este desecho terminó convirtiéndose en un enjuague bucal para blanquear los dientes.
Este particular uso de la orina como blanqueador queda reflejado en un poema de Cayo Valerio Catulo:
[...] en el país de Celtiberia,
lo que cada hombre mea, lo acostumbra utilizar para cepillar
sus dientes y sus rojas encías, cada mañana,
de modo que el hecho de que tus dientes están tan pulidos
solo muestra que estás más lleno de pis.
Poema del que se deduce que Hispania era un lugar donde esta costumbre era bastante habitual.