Carles Puigdemont decidía, en octubre de 2017, fugarse de España tras dar el golpe de Estado contra España el 1 de octubre, siendo consciente que, si se quedaba en el país, las consecuencias judiciales de ese golpe de Estado le harían ingresar en prisión, tal y como hicieron otros líderes del procés.
Así pues, el entonces president de la Generalitat decidió fugarse, encontrando un 'refugio' seguro de la Justicia en Waterloo, donde, en un primer momento, fue cambiando de domicilio, primero en casa de un amigo, y posteriormente a un hotel, hasta que encontró una casa acorde a sus aspiraciones como gran líder del independentismo catalán.
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Una casa que, a pesar de que el discurso del ex president se centra en la humildad y en ser "uno más" de los ciudadanos secesionistas catalanes de a pie, pocos de estos ciudadanos se la podrían permitir.
Algo que hace que cada vez sean más los que comparen el discurso de austeridad y comunismo del ex president de la Generalitat como el anunciado a bombo y platillo, hace ya años, por Pablo Iglesias, que pasaba de presumir de ser de Vallecas, a adquirir un casoplón en un barrio de Galapagar al alcance de muy pocos.
El casoplón de Carles Puigdemont
Tal y como ha podido saber el digital 'ElNacional', la casa de Puigdemont estaría en una bonita zona a las afueras de Waterloo, y contaría con un espacio de 550 metros cuadrados, distribuidos en seis dormitorios, tres baños, cocina, garaje para cuatro coches, y una terraza de cerca de 100 metros cuadrados.
Una mansión a todo lujo por la que el ex president, que sigue pidiendo la ayuda de los ciudadanos independentistas para seguir representando al 'país catalán' a nivel internacional, estaría pagando cerca de 4.400 euros al mes.
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Vivienda con todo lujo de accesorios y de espacios que hace que el ex president fugado,a pesar de seguir asegurando ante los medios de comunicación estar 'deseando' volver a Cataluña, esté viviendo una gran vida en Waterloo, siendo muy difícil creer que esté dispuesto a volver a la autonomía catalana, si no es gozando de todas las comodidades que le ofrece el puesto de presidente de la Generalitat.
Rápida forma de acostumbrarse a la buena vida semejante a la de Pablo Iglesias quien, a pesar de haber sido un orgulloso residente de Vallecas, y a pesar de haber abandonado ya la política, parece encontrarse muy a gusto en su mansión de Galapagar a la que, parece, no piensa renunciar tan fácilmente.