Una mujer estaba trabajando como socorrista en una piscina cuando escuchó unos llantos que provenían, aparentemente, de un contenedor.
“Sabía que no iba a encontrar nada agradable, y así fue”, explica la protagonista del rescate.
Sacó la bolsa y se encontró con cuatro cachorros que contaban con apenas cuatro días de vida.
Al abrir la bolsa, cogieron grandes bocanadas de aire, pues estaban cerca de morir asfixiados. De hecho, uno de los cachorros estaba muerto.
Estaban empapados de orín y heces, ¿cuánto tiempo debían llevar ahí encerrados y abandonados? ¿Qué clase de ser humano es capaz de hacer una cosa así? Por suerte, la socorrista los rescató y los llevó rápidamente al veterinario.
Aunque hambrientos, el veterinario le dijo que estaban sanos. Uno había muerto, pero consiguió salvar a tres hermanitos.
Se los llevó a casa y los cuidó junto a su perro Eki, que una vez más dio una lección de bondad cuidando de los cachorros y jugando con ellos.
Este rescate, aunque milagroso, jamás tendría que haberse producido, porque gente tan desalmada capaz de tirar a un contenedor a cuatro cachorros no debería tener cabida en este mundo.