Durante algunos siglos, se tenía la creencia de que la sangre era la principal causante de multitud de enfermedades.
Además, se pensaba que se podía estancar en diferentes partes del cuerpo, provocando trastornos en la salud de las personas.
Por estos motivos, con fines terapéuticos, se practicaba el tratamiento médico de la sangría, que consistía en la extracción de sangre del paciente.
Concretamente, la técnica de la sangría consistía en sangrar a los enfermos mediante copas de succión o incluso sanguijuelas.
La intención era limpiar el organismo con esta hemorragia que consideraban revitalizante.
Pero en muchos casos lo que conseguían era debilitar todavía más al enfermo e incluso llegaban a provocar su muerte.
Avances médicos
Gracias a los avances de la medicina a principios del siglo XIX, se dejó de practicar la sangría.
Y es que los avances médicos constataron la inutilidad y los enormes riesgos de dicha práctica.
En la actualidad
En la actualidad, la sangría únicamente se aplica en casos muy específicos de hemocromatosis para liberar el exceso de sangre que genera esta enfermedad.
Lógicamente, a la persona que se le aplica la sangría recibe al mismo tiempo una compensación de plasma.