El ex president catalán asegura que los derechos de los trabajadores han avanzado gracias a las "confrontaciones dramáticas" con los "diferentes poderes".
"Hay 40 millones de personas haciendo trabajos forzados. La mayoría de víctimas de todo tipo de explotación son mujeres y niños. Hoy hemos de seguir reivindicando los derechos de los trabajadores en cada ciudad y país, pero hagámoslo todo en nombre de los millones de seres humanos que no lo podrán hacer".
Con estas palabras, Carles Puigdemont ha querido rememorar el Día del Trabajador, 1 de mayo, no sólo como una festividad relevante socialmente, sino también como crítica ante aquellos trabajadores que, a día de hoy, aún no pueden disfrutar de unos derechos fundamentales.
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Una crítica que el independentista ha querido enmarcar en el contexto secesionista catalán, vinculando la lucha de los trabajadores por un trabajo y condiciones dignas, con el discurso independentista.
"Hay partes del planeta en que las personas tienen que vivir en tiranías, enmascaradas a veces por sistemas políticos aceptados por la comunidad internacional" ha asegurado el ex president, en un claro guiño a la afirmación secesionista de que el Gobierno de España 'oprime' a los catalanes.
La "desobediencia", la única vía para defender los "derechos de los trabajadores"
Así pues, Puigdemont ha aprovechado la celebración del Día del Trabajador para defender la razón por la que se encuentra fugado en Waterloo: y es que el ex president ha querido asegurar a sus seguidores de Twitter que la "desobediencia" al Estado es la única vía para conseguir la aprobación de los derechos de los ciudadanos y, por ende, de los trabajadores.
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"Los derechos sociales de los trabajadores han avanzado gracias a la lucha y a la desobediencia colectiva" ha asegurado en su cuenta oficial de Twitter. "No son fruto de transiciones pactadas, sino la consecuencia de confrontaciones, a veces muy dramáticas, con diferentes poderes".
Una confrontación que, con las palabras del líder de JxCat, justificaría los actos violentos de los radicales independentistas en las calles de Barcelona, así como el rechazo que muchos sectores del secesionismo catalán ya han mostrado a la mesa de negociación propuesta por el Ejecutivo de Pedro Sánchez.