El frío, el miedo y la emoción hacen que se nos ponga la piel de gallina.
Se trata de un fenómeno frecuente que se puede producir por cualquiera de las citadas situaciones y se genera de forma involuntaria.
Un reflejo heredado
Se trata de un reflejo heredado de nuestros ancestros que se basa en los llamados 'músculos erectores u horripiladores', que están asociados a nuestros pelos.
Se localizan en su raíz, por lo que, cuando este músculo se contrae, provoca que el pelo se erice y se dilate su poro.
Estímulos externos
Esto ocurre cuando el sistema nervioso se lo indica tras ser estimulado externamente por el frío, el miedo o algo que nos emociona.
Los seres humanos tienen cada vez menos pelo sobre el cuerpo, pero siguen experimentando esta sensación.
Para protegerse del frío y parecer más temibles
En nuestros ancestros, este proceso servía para generar una bolsa de aire aislante que les protegía del frío y hacía incrementar su tamaño al expandir su pelo, hecho que les hacía parecer más grandes y temibles.
La ciencia aún no ha podido averiguar por qué motivo las emociones también provocan esta reacción en nuestro cuerpo.
Pero, como dice el dicho, algunas personas llevan los sentimientos 'a flor de piel'.