Cuando lo encontraron pesaba 6 kilos y debía pesar 8 o 9 kilos más. Las primeras 24 horas fueron muy complicadas. No creian que pasara de esa noche, no se movia y no se aguantaba de pie.
En la casa de acogida se recuperó. Empezó a andar un poco y a los pocos días ya llegaba al final de la calle manteniendo el ritmo. Ya no era un perro débil.
Su piel estaba mejor y era un ejemplo perfecto de un perro que quiere vivir. Llegó el momento de que lo adoptaran. Su futura mama humana sería Kim, trabaja en una tienda de tatuajes y le encantan los animales.
Tiene dos perros y se llevan de maravilla, Tig, que asi se llama, supo que ese era su hogar.