El resultado electoral de Barcelona ya empieza a tener las primeras consecuencias a nivel nacional, pero no porque ésta sea una de las dos ciudades más representativas de España, si no porque parece que a sus políticos les gusta desconcertar a los ciudadanos.
Ante el 'batacazo' en las urnas de Ciudadanos en Barcelona, y el 'regalo' de la Alcaldía por parte de Manuel Valls a Ada Colau, Albert Rivera y su equipo decidieron expulsar al francés de la formación naranja, decisión que también apoyó el propio Valls. (¿Colau o Valls? ¿Quién tiene más pasta?)
Según Ciudadanos, la expulsión de Valls era consecuencia de los malos resultados electorales y el apoyo implícito al PSC. Valls, por su parte, afirmaba que su ruptura con la formación se debía a las negociaciones que se estaban realizando en otros territorios con Vox.
Valls, el francés que no pierde Waterloo
Todos esperaban que Valls se quedase en un segundo plano tras la ruptura con ciudadanos, pero el francés ya tenía la jugada planteada con maestría.
El pasado miércoles, Valls entraba en negociaciones de altos vuelos con el PSOE, reuniéndose con representantes socialistas en el restaurante Las Tortillas de Gabino.
De convertirse Pedro Sánchez en Presidente, Manuel Valls recogería la cartera del Ministerio de Asuntos Exteriores, incorporándose así al Ejecutivo socialista después de la victoria de Josep Borrell, actual ministro de Exteriores, en las elecciones europeas.
Un nombre con mucho peso europeo
Manuel Valls, gracias a su etapa como primer ministro francés, es un político conocido y apreciado en Europa. Esto, unido a su pensamiento europeísta, lo convierten en el candidato perfecto para sustituir a Borrell y representar a España en los asuntos exteriores de nuestro país, que no son pocos.
El único impedimento al matrimonio Valls - PSOE es la posibilidad que el peso representativo de Valls pueda eclipsar a Pedro Sánchez.