La soledad: el drama de morir solo en casa

Un estudio desvela que un 41% de las personas que viven solas lo hacen por obligación.

06 de Octubre de 2018
La soledad: el drama de morir solo en casa
La soledad: el drama de morir solo en casa

Cada vez con más frecuencia, salen noticias de la muerte de un anciano/a que muere solo en casa. Normalmente son los vecinos los que alertan a la policía al percibir un mal olor que procedía de la casa.

La forma de socializarse ha cambiado, y mucho; las familias se encuentran más “dispersas”, las relaciones vecinales no son tan familiares y no existen puntos diarios de reunión. Cada vez más, parece que las ciudades son una suma de individuos, sin conexión entre sí, que van y vienen de sus quehaceres y que no se relacionan. Una sociedad que se dirige a la soledad, que nos lleva de cabeza a acabar solos. 

Los datos nos revelan una triste realidad, de las personas que viven solas un 59% lo hace por voluntad propia y un 41% por obligación. Traducido, casi un 8% de los españoles mayores de 18 años vive solo por obligación. En el estudio se diferencia entre soledad y aislamiento social.

El 82% de estos ciudadanos que viven solos por obligación asegura haber experimentado la sensación de soledad. En cifras generales, más de la mitad de los españoles aseguran haber sentido soledad en el último año, una cifra muy elevada y que parece que seguirá en aumento en los próximos años.

En la encuesta se lanzaba la pregunta ¿quién tiene que ocuparse de estas personas que se sienten cada vez más solas? Una de las respuestas era la familia, que se supone que debe encargarse de que todos sus miembros están bien. El problema viene cuando la persona en cuestión no tiene familia directa. La segunda respuesta es el Estado, que debe crear una infraestructura que funcione y adaptada a la magnitud de este problema.

Según el informe, las nuevas tecnologías pueden jugar un papel muy importante para las personas que viven solas tanto por obligación como por propia voluntad. Gracias a las redes sociales es más fácil interactuar, mantener el contacto con amigos, crear nuevos grupos… El poder de las redes para darnos compañía es positivo, pero la compañía cuanto más real, mejor.  Facebook, Twitter, WhatsApp…nos puede mantener en contacto con el mundo, pero igual la soledad se cura mejor con un café y una conversación cara a cara.

Aunque las estructuras sociales hayan evolucionado y estemos dirigiéndonos hacia una sociedad más individual no deberíamos caer en el error de dar a las redes sociales el poder real de la socialización. Son una herramienta, no un fin en sí.

Y  ¿qué podríamos hacer? Retornar a una educación basada en las relaciones con tu entorno y menos enfocada a la socialización vía tecnológica sería un buen camino. Una vuelta a la “vida en la plaza” e intentar mantener los lazos familiares y con amigos. Como las necesidades de hoy no son las mismas que las de hace 40 años, también necesitaríamos la figura de un Estado fuerte que se encargue de las personas, que se preocupe, con leyes que se encarguen del problema en sí. Y que ofrezca soluciones que vayan más allá de dos visitas semanales por parte de una trabajadora social a un ancianito/a.

Las necesidades de una persona sola no se esfuman en dos horas, es un trabajo de todos y de realizarlo cada día. Ni se esfuman con tecnología.