Hasél bendice la violencia desatada en su honor con un poema vomitivo que lejos de apaciguar echa más gasolina al fuego
Pablo Hasél está que se sale comprobando que su entrada en la cárcel ha sido saludada por sus correligionarios de la violencia con violencia indiscriminada y salvaje.
Hasél debe estar muy feliz viendo incendios, saqueos, pillaje, calles destrozadas. Eso es lo que le gusta a él. Y mientras se deleita con el vandalismo desde la cárcel, le ha llegado un rayo de inspiración para conocer su última y dudosa aportación al mundo de la cultura.
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Y su último mensaje no tiene como objetivo intentar calmar los ánimos de sus admiradores. Al contrario, justifica la violencia y animas a sus amigos a seguir apretando.
Este es el nivel del arte de este tipo
Arden las calles porque antes nos quemaron,
arden soñando con reducir a cenizas
los lujosos despachos donde arruinan tantas vidas.
Llueven piedras si impusieron un cielo negro,
arden las barricadas iluminando un futuro
sin que nos roben hasta el futuro,
arden calentando esta fría celda.
Arden las calles porque las tristes lágrimas
se cansaron de no ser furiosa gasolina,
porque la fiesta de su falsa democracia
es el funeral de nuestro bienestar
incinerados en la hoguera de su inquisición
por contar la verdad en el reino de la mentira.
Arden buscando la chispa que prenda todo
lo que atenta contra nuestra dignidad
y se llevan las manos a la cabeza
los hipócritas que apoyan las causas
que provocan llamas de desesperación
importándoles más los contenedores
que quien come de estos y los trabajos basura.
Arden las calles quemando esta soledad