No hace falta ser adivino para prever lo que va a suceder en Cataluña en las próximas fechas: Quim Torra desaparecerá de escena como un kleenex que sirve para usar y tirar. El 25 de septiembre será juzgado por desobediencia a la Junta Electoral Central e inhabilitado en sus funciones políticas.
Obediente cumplidor de las órdenes de Waterloo
Torra tiene todos los números para que el juez decida su inhabilitación por un delito de desobediencia. De esta manera al Govern no le quedará más salida que convocar elecciones para acabar con el periodo de colapso que ha caracterizado a la gestión de Torra, que fue colocado al frente de la Generalitat por el propio Puigdemont y que ha estado más pendiente de cumplir las órdenes que le llegaban de Waterloo, orientadas a la externalización del tema de los políticos presos y los fugados, que a gestionar el futuro de la ciudadanía catalana.
El Govern lleva dos años sin aprobar unos presupuestos acorde con las necesidades de Cataluña que permitan avanzar a un pueblo azotado por la espiral independentista que le ha impedido crecer. Pero ahora toca echar mano del victimismo, de acusar a la justicia española de "celeridad" cuando le interesa y de movilizarse para influir en la vida política de Cataluña.
Palos a la justicia española
Torra ha expresado que la fecha prevista para su juicio es "marcadamente precipitada". Y avisa de que se rebelará contra la decisión judicial: "Esta irregularidad pone en duda esta imparcialidad. Es por ello que la defensa ejercerá las acciones legales pertinentes contra este error procesal que demuestra que la prisa es enemiga del rigor... La justicia es lenta sólo cuando quiere. Así es como hay personas demócratas que tienen que esperar casi dos años en prisión provisional la resolución de su proceso penal. En este caso, podemos comprobar que la prisa del tribunal para resolver el caso del presidente Torra es absoluta". (Lorena Roldán le da una patada en el culo a Torra y a sus presupuestos "dedicados al 'procés' y la independencia")
El president Torra sabía lo que hacía y a lo que se exponía negándose a aceptar la orden de la Junta Electoral Central de retirar la pancarta con el lazo del Palau de la Generalitat durante el último proceso electoral celebrado en Cataluña. Pero aceptó el reto y ahora se apresta a pagar las consecuencias. La Fiscalía solicita para Torra un año y ocho meses de inhabilitación y una multa de 30.000 euros.
Torra no tiene futuro en la política
Torra sabe que no tiene ningún futuro en la política catalana. Su partido, JxCat sufre un preocupante goteo de pérdida de apoyos entre el electorado. Sabe que ante un fallo del juez sentenciando un inhabilitación cabe la posibilidad de un recurso que le permitiría acabar su legislatura. Pero también sabe que no podrá presentarse como candidato para mantenerse al frente de la Generalitat.
Pero tampoco ignora que eso no es un problema porque nadie piensa en él como candidato de futuro. Ha cumplido con su periodo de transición y el futuro exige de nuevas personas y nuevos rumbos para Cataluña que la saquen de la situación de bloqueo permanente en la que ha vivido instalada en los últimos años con Torra y el legado de Puigdemont tomando decisiones. (El gran "éxito" de Puigdemont y Torra: Las empresas de Madrid facturaron cinco veces más que las de Barcelona)
Podrá agarrarse a la injusticia de la justicia española para justificar su despido, pero para nadie es un secreto que no gusta a nadie, ni a los suyos. Y que sus días en la política activa catalana están contados. Además, la ciudadanía está harta de que sus políticos estén siempre expuestos al peso de la justicia por sus comportamientos siempre al límite de la legalidad. Y eso pasa factura.
Torra ya está amortizado
Y ahora, ante la evidente división que reina entre los partidos independentistas, tratan de arreglarlo pidiendo unidad al pueblo para que responda con contundencia a la sentencia del Supremo, que se prevé severa, con un absurdo tsunami democrático que sólo pretende alargar la agonía de un Procés que está ya herido de muerte. (Torra, Puigdemont y Junqueras aprueban la revuelta popular en Cataluña)
Hasta el mismo Puigdemont asume que su anhelo independentista va para largo y que su movimiento, lejos de crecer, está condenado a perder simpatías entre los votantes. Y enmedio de ese lío política, la figura de Quim Torra, ya amortizado, ha cumplido su papel y está de más en el escenario político catalán.