El Barça-Betis nos dejó, sin duda, una de las grandes imágenes de la jornada en LaLiga. Leo Messi, en el banquillo, observando a Ronald Koeman con cara de muy pocos amigos y sin su inseparable amigo Luis Suárez.
Messi, ataviado con la mascarilla, resolvió el Barça-Betis desde el banquillo. Fue suplente con Koeman y lo solventó saliendo en el segundo tiempo. Marcó dos goles (uno de jugada) y tapó la boca del técnico holandés que le colocó como suplente.
En Barcelona, rápidamente, medios como RAC-1 o TV3 se empeñaban en decir que Messi sufría molestias musculares y por eso no salía de la partida. La bomba saltó cuando abrió la boca Alfred Schreuder, el segundo entrenador del Barça, el ayudante de Ronald Koeman. Desmintió ese rumor y montó un buen lío.
“No estamos hablando de una lesión, simplemente es que no está fresco. Son muchos partidos y ya lo dijo Koeman: si alguien no está fresco al máximo es mejor que empiece el partido en el banquillo”, comentó. Esas palabras podrían suponer el punto y final de la relación Messi-Koeman, tal y como sucedió en múltiples ocasiones.
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A Messi no le hace falta hablar
Está por ver el poder que tiene Leo Messi y, más bien dicho, las ganas que tiene el argentino de seguir en el Camp Nou. Tantos años siendo el líder del club, en la sombra, y ahora está a 50 días de ejecutar su cláusula que le permite la ansiada libertad. ¿Pensando en su nuevo piso de Milán? ¿En su mudanza y adaptación a la MLS? ¿En su vuelta al fútbol argentino? ¿En su regreso de la mano de Josep Guardiola?
Lo cierto es que sus días en el Barça parecen agotados… Una mirada, como dijo Setién, ya basta para entenderlo. Koeman sabrá próximamente cómo se las gasta Leo, si el delantero, verdaderamente, quiere seguir liderando a los culés, y pasará por el mal trago que ya tuvieron que vivir otros entrenadores como el Tata Martino, Ernesto Valverde o el propio Quique Setién. El huracán Messi está de camino.