Gabriel Rufián siempre ha sido un político que no deja indiferente a nadie con quien se cruza. Con sus constantes espectáculos en el Congreso, el parlamentario de Esquerra Republicana vivió una época dorada en la última etapa del Gobierno de Mariano Rajoy, en plena escalada de tensión en España por los movimientos independentistas en la Comunidad Autónoma de Cataluña.
Su vida no ha sido fácil. Tuvo que empezar desde abajo, y no siempre tuvo claro que se quería dedicar a la política. De hecho, cuando logró acceder a los niveles universitarios de formación, estudió primero una Licenciatura en Relaciones Laborales en la Universidad Pompeu Fabra. Posteriormente se inscribió en un Máster en Dirección de Recursos Humanos, que también superó con comodidad.
Sus raíces andaluzas han provocado en muchas ocasiones que gran parte de su familia no esté de acuerdo con la deriva ideológica y de pensamiento que Rufián ha adquirido en los últimos años, y consideran que el político de ERC debe abandonar la formación y volver a sentar cabeza lejos de la política y de los espectáculos que habitualmente produce en el Congreso de los Diputados con impresoras y demás artilugios bizarros.
Dentro de este pasado trabajador, tal y como sus padres tuvieron que hacer en Cataluña para asegurarle un porvenir a su hijo Gabriel, Rufián trabajó para dos grandes empresas multinacionales, pero no en los cargos y puestos directivos que seguramente habrían sido más atractivos para el propio político de ERC. Cuando todavía no tenía forma de ganarse la vida con la política, Rufián se dedicó a trabajar de dependiente en diferentes sucursales de El Corte Inglés y de la famosa marca de ropa H&M.
A pesar de que no siempre figuren en su currículum estos dos trabajos, eran por aquel entonces las únicas opciones disponibles. Esta experiencia podría haber servido para que Rufián, una vez en la política, apostara desde la moderación y los actuales cánones legislativos y constitucionales por pelear por los derechos del trabajador. Sin embargo, escogió luchar por una causa equivocada y que no tiene ningún beneficio para los trabajadores españoles, ese mismo colectivo del que Rufián fue una vez parte.