Gabriel Albiac explica en ABC que "la mayor habilidad de Sánchez fue ponerse en manos de un tendero: Iván Redondo. Porque es un golpe de talento extraer esa consecuencia de la brusca mutación de nuestro mundo. La representación ha muerto".
Y puntualiza que "al menos, tal como la representación fue concebida en el nacimiento de las sociedades burguesas. Un diputado de la Niza de 1789 tardaba varios días en llegar desde su circunscripción hasta la Asamblea Nacional. Las disfunciones que distancia y tiempo imponían a la relación representante/representado eran insolubles. Y el diputado debía, así, ser investido de una autonomía completa para decidir en nombre de una población que tardaría semanas o tal vez meses en saber qué era lo que en París había sucedido".
El filósofo dice que "todas las funcionalidades de los parlamentos clásicos han periclitado. Todas y cada una de las votaciones que se realizan en el Congreso pueden ser hoy suplidas por votaciones referendarias instantáneas, a través de dispositivos digitales de uso universal: móviles como ordenadores. Saldría incomparablemente más barato y el ajuste entre ciudadanía y decisión política sería milimétrico".
El Estado impone sus representaciones
Y añade: "Pero la representación se ha invertido. No son los ciudadanos los que son representados en el Estado. Es el Estado quien impone sus representaciones en la mente de cada uno de sus súbditos. La función que fue la del Parlamento la cumplen hoy, invertida, los televisores. A través de ellos, la imaginación de todos es diseñada milimétricamente: deseos, preferencias, atracciones, rechazos…, lo que es llamado bueno y aquello que se acepta llamar malo".