El estadounidense se sentía atraído por los actos violentos y la sangre
Albert Fish se convirtió en uno de los asesinos más sanguinarios y despiadados de la historia.
Y es que durante su infancia tuvo que soportar las vejaciones de sus compañeros de orfanato, lugar en el que ingresó porque su madre no le podía mantener tras la muerte de su padre.
Cuando tenía 12 años su primogénita consiguió sacarle de allí y el joven tuvo una relación homosexual con el hijo de un telegrafista.
Pero fue al tiempo cuando descubrió que la violencia y la sangre le provocaban cierto deseo sexual, por lo que comenzó a violar a varios niños y se introdujo en el mundo de la prostitución.
A pesar de que Albert Fish se casó con una mujer para tapar su condición sexual, este aprovechaba cualquier ocasión para abusar sobretodo de niños que no superaban los 6 años.
Pero lo peor estaba por llegar, ya que cuando su mujer lo dejó por otro hombre Fish comenzó a matar sin control y respaldaba sus actos diciendo que oía voces.
Entre sus víctimas se encontraba Edward Budd, un joven al que localizó gracias a un anuncio para encontrar trabajo que puso en el periódico.
El homicida se puso en contacto con sus familiares ofreciéndole un puesto de trabajo y consiguió quedarse a solas con él, por lo que Fish terminó raptándolo, matándolo e incluso hay una teoría de que se comió partes de su cuerpo.
Años después, el autor de los hechos le envió una carta anónima a la madre del joven en la que se explicaba de forma minuciosa cómo se produjo la muerte de su hijo.
Gracias a este dato la policía pudo localizarle y tras ser arrestado terminó con una sentencia de ejecución en la silla eléctrica, la cual se llevó a cabo el 16 de enero de 1936.