Lobo, un pastor alemán de asistencia, olisquea por todos los rincones de una habitación de hospital hasta encontrar a Rodolfo Castillo, su dueño.
“Llorando todo el mundo aquí a lágrima tendida”, explica Rodolfo, tetrapléjico, tras reencontrarse con su querido compañero.
Llevaban dos meses separados, desde que Rodolfo fue ingresado en el hospital por una llaga en el sacro.
Durante seis años ambos han sido compañeros inseparables: “Es como si fuera mi hermano sin mis piernas. Realmente, si no voy con él es como que siento que voy desnudo”.
A pesar de que la normativa no permite que puedan entrar perros en el hospital, la insistencia y necesidad de Rodolfo por ver a su perro ha hecho que se lo permitan.
Rodolfo se quedó en silla de ruedas hace dieciocho años por un accidente de coche. Ahora, gracias a la visita de su fiel compañero Lobo, Rodolfo ha vuelto a sonreír.