El precio justo... de la dignidad: Lydia Lozano se presta a la mayor humillación en Sálvame

El precio justo... de la dignidad: Lydia Lozano se presta a la mayor humillación en Sálvame
El precio justo... de la dignidad: Lydia Lozano se presta a la mayor humillación en Sálvame

Lydia Lozano se ha convertido en el hazmerreír de Sálvame, pero aguanta estoicamente todas las humillaciones a cambio de tener el riñón bien cubierto

 

Todo por la pasta. Lydia Lozano ha demostrado, una vez más, que es capaz de hacer cualquier cosa por mantener su puesto de trabajo en Sálvame después de las meteduras de pata que comete frecuentemente.

Este miércoles nos encontramos con un nuevo ejemplo de ello: la colaboradora se prestó a un macabro juego que el programa llamó 'El muerto justo', y en el que Lydia debía establecer qué famosos viven y cuáles han fallecido.

La idea surgió después del reciente error de la periodista al afirmar que había muerto José María Manzanares, aunque el torero ya no está en este mundo desde hace siete años porque falleció en 2014.

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Con cara de pocos amigos, Lydia tuvo que prestarse al show, en una nueva humillación que posiblemente sea de las más grandes a las que ha estado expuesta... aunque no han sido pocas.

 

Las humillaciones a Lydia Lozano en Sálvame

 

Lydia Lozano es uno de los personajes más queridos de Sálvame, pero al mismo tiempo no es erróneo afirmar que es la que más veces ha metido la pata con sus informaciones.

Su prestigio como profesional está en entredicho, y para colmo los directores del programa no dudan en plantear situaciones tan surrealistas como humillantes para ella de vez en cuando: es el punching ball de Sálvame sin ninguna duda.

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Pero ahí sigue, sin levantar la voz nunca y aguantando el chaparrón cuando le toca, que por desgracia para ella es con bastante frecuencia. Todo con tal de seguir teniendo el riñón cubierto y no renunciar a una vida de lujos.

El resto de sus compañeros no son mucho mejores que ella hablando en términos periodísticos, pero no todos aguantan las humillaciones con la cabeza tan alta como ella. Y eso, a veces, se convierte incluso en una virtud.