La señora se llama Liz Castro y su sueño fue ser la presidenta de la Assamblea Nacional de Catalunya. Se presentó dos veces para acceder al cargo y fue en las dos ocasiones la más votada, pero el particular concepto de la democracia de este organismo impuso en su lugar a Jordi Sànchez porque así lo decidieron los que mandan en la cúpula.
Pero a Liz Castro no se le ha agotado la ilusión independentista y sigue al pie del cañón albergando la esperanza de una Cataluña liberada de España. Y tiene la receta. Ha descubierto el fallo del Procés. "Hay que dar más miedo". El separatismo no ha dado miedo hasta ahora y Luz Castro se propone subsanar ese error. ¿Cómo? Ella misma lo explica a través de la carta de un miembro de ANC.
El próximo objetivo está centrado en la Diada catalana del 11 de septiembre, esa festividad que han hecho suya los sectores independentistas excluyendo de su disfrute al resto de la población. Ese día es el día D, la fecha elegida para que la "revolución de las sonrisas" dé miedo de verdad a los "otros".
Liz Castro ha dado publicidad a la carta de Xavier Díez, uno de los socios de ANC, en el medio subvencionado Vilaweb en la que se expresa la necesidad de rodear todos los centros de decisión y estrátegicos de Cataluña el próximo 11 de septiembre.
¿Un golpe de estado popular?
"Este once de septiembre no hemos de desfilar para contemplarnos a nosotros mismos, ni autoescucharnos las consignas de siempre, ni tenemos que montar ninguna fiesta, sino que hemos de dar miedo. Mucho miedo", ha reproducido este jueves Liz Castro en su perfil de Twitter
En su texto Díez explica: "Se trataría de rodear pacíficamente, con el mismo espíritu de los últimos años, 50 puntos estratégicos del país". ¿Y qué entiende por 'puntos estratégicos'? Muy sencillo: pasos fronterizos, las cárceles en donde están los presos del procés, las instituciones catalanas (Parlament, Generalitat, ayuntamientos...), aeropuertos, estaciones, puertos, La Caixa "y otras empresas que se plegaron a las presiones de la monarquía", así como cuarteles "y todo aquello que sean puntos vitales que impliquen controlar el territorio".
Para ello aconseja enviar a cada punto estratégico a grupos de unos 20.000 manifestantes independentistas, que de esta manera siempre estarían en superioridad numérica ante los agentes de seguridad.
El texto de la carta que indica el camino al golpe de estado popular
Estimados amigos y amigas,
"Como las opiniones son libres, quiero expresar que la próxima movilización organizada por nuestra entidad no me parece una buena idea. Rellenar la Gran Vía entre Plaza Catalunya y Plaza España no tiene mucho sentido. Ya hemos demostrado que somos capaces de movilizar entre uno y dos millones de personas sin tirar un solo papel en el suelo, y esta fórmula creo, humildemente, que ya está desgastada. Es todo un deja vu. No creo que pueda variar mucho la agenda política. Ni la exterior, ni la interior. Puede representar una pequeña dosis de moral colectiva que se puede desvanecer en algunos días, tal vez semanas. Sin embargo, desde un punto de vista político, de la capacidad de cuarteo el búnker franquista del estado, esta estrategia es estéril.
No sé si lo han observado, la estrategia adoptada por el estado profundo hispánico está consistiendo en una guerra psicológica de desgaste. Se trata de combinar la represión, con maniobras internacionales de bloqueo (habrá que ver las hipotecas que está contrayendo mediante el dinero de todos), con la voluntad, con la colaboración entusiasta de todo el establishment mediático, de desmoralizar al independentismo. Este exhibicionismo de fuerza, esta desinhibición a la hora de mostrar catalanofobia, no hace más que ocultar el miedo y la fragilidad de un régimen que no sabría decir si está contra las cuerdas, aunque no montaría todo este espectáculo si no se encontrara en una situación difícil. De hecho, no actuarían así si no tuvieran claro que nos han perdido para siempre.
"No es posible alcanzar la república sin dar miedo"
La realidad es que un régimen no se tumba sin determinación, persistencia e imaginación. Y sobre todo, no es posible alcanzar la República sin dar miedo. Y una manifestación más, con una camiseta nueva no creo que sea el formato más adecuado. Soy de esos que desde el principio alertaba de la ingenuidad de esperar apoyos foráneos. Las simpatías pueden ser muchas, aunque sin la posibilidad de controlar el territorio, de la movilización total, de la imposibilidad de controlar la situación por parte de un estado absolutamente deslegitimado, nadie moverá un dedo.
Es por ello que propongo un formato diferente. No es ningún secreto que no resulta complicado movilizar un millón de personas la jornada de septiembre. Ahora bien, en vez de hacer el desfile anual, cada vez más ritual que efectivo, se trataría de rodear pacíficamente, con el mismo espíritu de los últimos años, cincuenta puntos estratégicos del país.
"La calle es nuestra"
Esto significa puntos fronterizos, las cárceles donde tienen secuestrados los presos políticos, las instituciones catalanas (Parlamento, Generalitat, ayuntamientos) aeropuertos, estaciones, puertos, La Caixa (y otras empresas que se plegaron a las presiones de la monarquía), cuarteles y aquellos que sean puntos vitales que impliquen controlar el territorio. Un millón entre cincuenta puntos sale a veintidós mil manifestantes, que estaría bien que guardaran un silencio sepulcral, un silencio que recuerde a estos amaneceres de huelga general que nos recuerda un poema de Joan Margarit, un silencio ensordecedor que demuestre que la República puede ser efectiva en base a la voluntad de la ciudadanía, y que, frente la represión, se puede hacer una demostración de que la calle, realmente es nuestra.
"Dar miedo, mucho miedo"
Una movilización que demuestre ser un entrenamiento, una prueba que mida la audacia, un gesto que hiele la risa a todos aquellos tertulianos con lenguaje de suburbio. El ANC tiene suficiente prestigio, experiencia y capacidad logísitica para hacer un ensayo general de estas características. Y sobre todo, tiene suficiente capacidad de liderazgo para hacer entender que la unidad no tiene que venir de unos partidos políticos que, por naturaleza, tienen intereses divergentes, sino de la gente. En otras palabras, que este once de septiembre no debemos desfilar para contemplarnos a nosotros mismos, ni autoescuchar las consignas de siempre, ni debemos montar ninguna fiesta, sino que tenemos que dar miedo. Mucho miedo.
El sónar también reúne decenas de miles de personas. El Barça moviliza cientos de miles cada vez que gana títulos. Y sin embargo, no representan ninguna amenaza a ningún orden injusto, ni a ningún estado postfeudal. Este Once de septiembre no deberíamos mirarnos, ni quejarnos, ni alabar nuestras presuntas virtudes, sino que nos debe servir para demostrarnos a nosotros mismos y al mundo, que la unilateralidad está sobre todo en nuestras manos. Y que es con nuestras manos como se debe construir la República. Que podremos ser libres cuando nosotros lo decidamos. O, recordando el añorado Ovidio, "porque quiero".