El 13 de noviembre de 2002, un buque petrolero llamado Prestige con banderas de Las Bahamas lanzó una llamada de auxilio a pocos kilómetros de las costas gallegas que fue atendida por Salvamento Marítimo.
Seis días después, el 19 de noviembre, el buque, que tenía importantes daños estructurales y se encontraba escorado, se partió en dos y vertió 63.000 toneladas de petróleo que llegaron a las costas gallegas en breve periodo de tiempo.
Se contaminaron 1.137 playas españolas, portuguesas y francesas (la peor parte fue para las playas gallegas). Asimismo, murieron más de 200.000 aves marinas debido al petróleo que vertió el barco sobre las aguas del Atlántico.
Para evitar daños mayores, el Gobierno de España decidió remolcar el barco lejos de las costas, a aguas profundas, pero el petróleo llegó a las playas en lo que se considera una de las mayores catástrofes medioambientales.
3 años sin pasar revisiones
En las playas afectadas, los vecinos salieron con lo que tenían en casa para aportar su granito de arena y ayudar en las tareas de limpieza. Desde otras zonas de España se fletaron autobuses llenos de voluntarios que también quisieron ayudar.
El Prestige, como se demostró tiempo después, llevaba tres años sin pasar ningún tipo de revisión. Además, llevaba 2.000 toneladas de fuel por encima de su capacidad durante el trayecto en el que produjo esta catástrofe medioambiental.
Los primeros restos de fuel llegaron a las costas de Fisterra y Arteixo el 16 de noviembre. La marea negra se agravó cuando el barco cedió tres días después. Las consecuencias fueron terribles para la costa española, portuguesa y francesa.