¿De dónde procede la tradición de disfrazarnos la noche de Halloween?

Los celtas, temerosos de la oscuridad y la muerte, utilizaban este rito para 'mimetizarse' en la noche de difuntos.

31 de Octubre de 2020
¿De dónde procede la tradición de disfrazarnos la noche de Halloween?
¿De dónde procede la tradición de disfrazarnos la noche de Halloween?

Muchas son las tradiciones, leyendas y ritos que, a través de generaciones, han llegado a nuestros días en relación a la Noche de Difuntos, ahora conocida como 'Halloween'.

Avistamientos de fantasmas, muertos que se levantan de sus tumbas y lunas de sangre agolpan los relatos de la noche del 31 de octubre, celebrada por muchos, y temida por otros tantos.

A pesar de lo que pueda parecer, la tradición de disfrazarse de 'muerto' o monstruo en España llegó mucho antes de la fiesta temática norteamericana. Y es que, en realidad, esta práctica proviene de los celtas, una de las tribus que llegó a España hace siglos, y cuyos vestigios aún se pueden visitar en el norte del país.

Celtas y anglosajones, hace cientos de años, tenían miedo a la noche: y es que la oscuridad suponía una amenaza para los ciudadanos; oscuridad que se profundizaba con la entrada del otoño y, más aún, en la noche de Todos los Santos.

Esa noche, la línea divisoria entre el mundo de los espíritus y el de los vivos se hacía más fina que nunca, lo que provocaba que los muertos paseasen por las calles convertidos en fantasmas, momias, brujas, etc. en busca de almas a las que torturar.

El disfraz, una 'protección'

En estas noches de difuntos, no todos los antiguos ciudadanos anglosajones y celtas tenían un cobijo, y no todos podían alejarse de las calles, 'plagadas' de muertos vivientes.

Para evitar ser "secuestrados" por estos difuntos, los antiguos decidieron utilizar máscaras mortuorias, así como otros 'disfraces' que les permitiesen pasar desapercibidos entre los espíritus, pareciendo, físicamente, un muerto viviente más.

Es este propósito de "camuflaje" ante los espíritus el que ha llegado hasta nuestros días, convertido ahora en una celebración de la vida y de las creencias que, siglos y siglos, nos ha acompañado, al igual que el recuerdo de nuestros muertos, y un cierto temor a la oscuridad de la noche de difuntos.