El relato independentista atraviesa uno de los peores momentos de forma desde que Artur Mas decidió en 2014 arrancar el 'procès' para intentar separar a Cataluña de España y para evadir las acusaciones por corrupción debido al deplorable comportamiento de su partido desde prácticamente su misma fundación. Sin embargo, Mas acabó desahuciado por sus propios compañeros y no logró evitar el enjuiciamiento de Convergència y Unió, que acabó disolviéndose como un azucarillo en un vaso de agua.
Aun así, el 'procès' sobrevivió a su creador y tuvo un nuevo padrino: Carles Puigdemont. El político catalán fue el más radical en su aproximación al intento de independencia, y llegó a organizar un referéndum ilegal en 1 de octubre de 2017. Después de la convulsa situación en Cataluña y siendo buscado por la justicia española, Puigdemont se vio obligado a salir del país para evitar ser procesado y enviado a la cárcel.
Pero esta técnica para escapar a una obligación con su país no es desconocida para la familia Puigdemont. Ya en la época de la Guerra Civil, los Puigdemont habían escapado de su país para huir de una obligación nacional. En este caso, el fugado fue el abuelo de Carles Puigdemont: Francesc. Pastelero de toda la vida en Gerona, cuando la guerra obligó al bando republicano a recurrir a la población civil para completar sus ejércitos, Francesc y su familia emprendieron camino lejos de España, desertando de la II República.
Después de su detención en Francia, fue obligado a volver a territorio nacional, pero lo hizo a la zona controlada por los franquistas. Se afincó en Burgos y allí retomó su oficio de pastelero. Durante la guerra fue el encargado de gestionar las comidas de los presos de la penitenciaría burgalesa. Además, las afinidades de la familia Puigdemont iban más allá de estos servicios al Estado franquista. Durante los primeros compases del conflicto, cuando todavía el Mediterráneo no estaba afectado por las luchas, el periodista Enric Juliana confirma uno de los hechos más inesperados.
A pesar de que hoy Puigdemont sea independentista y proclame estar alejado de posturas como la que sostenía el franquismo, el caso de su familia fue diferente: "En casa habían vivido escondidos dos capellanes y un militar de Madrid que veraneaba en la Costa Brava cuando estalló la guerra". Además, las averiguaciones de Enric Juliana no se detienen en este llamativo fragmento. Otro de los pasajes de su libro 'Aquí no hem vingut a estudiar', el abuelo del líder independentista era "hijo de una familia de tradición carlista, profundamente católico" y "había visto con horror cómo los milicianos quemaban la iglesia mayor de Santa María de Amer, transformada después en garaje de camiones".
Este hecho provocó su desencanto de la II República cuando el gobierno le llamó a filas, pero la huida del abuelo de Puigdemont estableció en aquel entonces una bonita tradición familiar que, casi cien años después, el nieto continuó para hacer lo mismo que su abuelo: evitar a la Justicia española y escapar de sus obligaciones ante la Ley.