En el mundo del deporte, y concretamente en el fútbol, es habitual ver que se guarda un minuto de silencio antes de que comience el partido cuando se produce alguna catástrofe, atentado o se muere alguna persona cercana a alguno de los clubes que juegan el partido.
Los titulares de uno y otro equipo se abrazan en el centro del campo mientras que los del banquillo se ponen de pie para homenajear a la persona o a las personas fallecidas. Durante un minuto, todo el estadio enmudece a modo de respeto hasta que pita el colegiado para decretar el final del minuto de silencio. También ocurre en otros deportes individuales, colectivos y en actos políticos como las sesiones en el Congreso de los Diputados o eventos conmemorativos.
El impresentable minuto de silencio por Laura Luelmo en el Congreso
Todo el mundo ha visto en alguna ocasión como se hace el minuto de silencio pero lo que pocos saben es que este gesto de respeto hacia las personas fallecidas comenzó hace más de 100 años, concretamente en noviembre del año 1919.
El primer minuto de silencio de la historia tuvo lugar a las 11 horas del 11 de noviembre de 1919. El motivo: rendir homenaje a las víctimas y damnificados de la Primera Guerra Mundial en el primer aniversario del fin de la contienda. La idea de guardar esos dos minutos de silencio surgió de Edward Honey.
El periodista y soldado australiano sirvió en el ejército británico durante la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra se afincó en Londres y el 8 de mayo de 1919 envió una carta al Evening News bajo el pseudónimo de Warren Foster pidiendo una conmemoración adecuada para el primer aniversario del tratado de armisticio que marcó el final de la Primera Guerra Mundial (firmado el 11 de noviembre de 1918).
Honey consideró que la mejor forma de homenajear a todos los fallecidos en la Primera Guerra Mundial era guardando dos minutos de silencio y el 11 de noviembre de 1919 a las 11 horas se hizo realidad su petición y todos enmudecieron por las víctimas del conflicto armado.
Honey, molesto por las celebraciones
Cuando se anunció el fin de la Primera Guerra Mundial, muchas personas salieron a las calles para celebrarlo por todo lo alto con bailes, concentraciones masivas de personas y derroches de felicidad que no gustaron nada al periodista y soldado australiano.
Edward Honey consideró que un conflicto bélico con tantos fallecidos no podía acabar con bailes, festejos y celebraciones ya que fueron muchas las personas que perdieron la vida y dejaron a sus respectivas familias sin consuelo. De ahí que surgiera la idea de guardar uno o dos minutos de silencio.