Cuando pensamos en asesinos seriales, lo primero que viene a nuestra mente son aquellos villanos despiadados que solemos encontrar en las películas y en los libros. Individuos complicados, raros, llenos de problemas psicológicos, propensos a la violencia que en cualquier momento puede explotar para asesinar a alguien. También pensamos en los genios calculadores que crean planes perfectos para matar y nunca ser capturados por la justicia, pero la realidad es muy diferente.
Aunque no podemos llamarles a los asesinos individuos "normales", por sus crímenes, son como cualquier otra persona. Tanto así que es casi imposible identificar uno a simple vista, y aun si lo tuviésemos enfrente, quizá no creeríamos que sea un asesino. Para entenderlo es necesario eliminar algunos de los prejuicios que creemos de los asesinos, ejemplos:
Todos son solitarios disfuncionales:
- De acuerdo con el diario Scientific American, los asesinos seriales "no son los monstruos aislados que solemos ver en la ficción, y frecuentemente no parecen ser extraños ni resaltan del público en una forma significativa", y, de hecho, ésa es la razón por la cual muchas veces es difícil identificar a uno. Son buenos para mezclarse y ocultarse a simple vista; es decir, salir a las calles como cualquier individuo sin parecer extraño.
Por ejemplo, en el caso de Ted Bundy, uno de los asesinos más despiadados de la historia, ninguna de las personas que lo conocían sospechaban que fuera un criminal. Todos pensaban que era carismático, encantador y un hombre respetable. El diario afirma que su habilidad es lo que "los hace tan peligrosos, atemorizantes y tan irresistibles para el público. Si parecieran extraños, posiblemente no resultarían tan llamativos".
Su motivo principal es el sexo:
Tanto la cultura popular como algunos de los casos más relevantes de asesinos seriales nos hacen pensar que su motivación principal es el sexo, y para evitar ser capturados, terminan asesinando a su víctima, pero no es así. Charles Montaldo, quien trabajaba como detective, señaló que, aunque el poder sobre un individuo suele ser lo que buscan los asesinos, existen diferentes motivos por los que pueden comenzar a quitar múltiples vidas.
Algunos sólo quieren matar, no obstante, en el caso de John Allen Muhammad, mató a 10 personas porque quería asesinar a su esposa después y que el crimen pareciera perpetrado por alguien más. Un hombre envenenó a más de 50 individuos pero nunca confesó la razón, y existen otras personas que sólo matan para evitar tener testigos de algún otro crimen.
Todos son hombres blancos:
17 % de todos los asesinos seriales son mujeres. Los casos de Aileen Wuornos, Myra Hindley y Nannie Doss son sólo algunos que demuestran que el crimen no es exclusivo de hombres, contrario a la creencia popular. Asimismo, aunque la mayoría de los asesinos que conocemos son caucásicos, en realidad existe una amplia diversidad que refleja a la población norteamericana: Charles Ng es un hombre chino que asesinó a más de 25 personas, Derrick Todd Lee era un hombre afroamericano que asesinó a seis mujeres y Rafael Reséndiz era un latino que le quitó la vida a nueve personas.
Todos están locos o son genios:
Es el mito más popular que nos enseñaron las novelas y las películas; existe por una necesidad constante de justificar el crimen realizado. Es decir, se buscan indicios de locura para confirmar que hay "algo mal" con el individuo y comprender el crimen; sin embargo, en la mayoría de los casos no existe un trastorno psicológico y simplemente lo hacen porque lo desean, no importa su contexto o cómo se desarrollaron.
Por otra parte, el mito de que son genios que suelen vencer a la autoridad también es falso. Se cree que los asesinos seriales van ganando confianza cada vez que matan a alguien, así que creen que no serán capturados; se ha demostrado que tienen una inteligencia promedio o ligeramente superior sólo por su habilidad para planear los crímenes, pero no son mentes maestras que pueden escapar permanentemente de la ley.
Como podemos ver, los asesinos pueden estar en cualquier parte. Ninguno es identificable a simple vista. Sin embargo, el cine nos ha engañado presentando personajes peculiares, raros, violentos, sumamente inteligentes y prácticamente invencibles. Por su parte, la realidad nos ha mostrado que son humanos sencillos con algunas habilidades que les permitieron cometer crímenes sin ser rastreados de inmediato; eso es todo. No son mentes perturbadas ni genios con problemas psicológicos, son sólo humanos que jugaron a ser Dios.