El cachorro no paraba de llorar, lo llevó al veterinario para que lo curaran. Cuando el veterinario lo vio no podía creer lo que le habían hecho.
El dueño quería recuperarlo cuando lo curaran, pero no fue así. Lo han curado, cuidado y, sobre todo, lo han amado.
Enzo, que así se llama, ha crecido y ahora es feliz con ellos. Corre, juega e intentan que olvide lo que le pasó.
Ahora es feliz, corre, juega con otros perros y se defiende muy bien con tres patas.