Pero no existe corredor: el espacio está compuesto por celdas y un área para ver televisión que, además, tiene una mesa y una ducha. La espera para la ejecución se puede demorar años, incluso después de la condena final. Por eso, el preso tiene a disposición una serie de actividades.
Puede trabajar en la cantina o en la lavandería de la prisión, hacer ejercicios físicos y participar de cultos religiosos. Durante la espera, los condenados reciben visitas, pero nunca tienen contacto directo.
Cuando la fecha de muerte se determina, el condenado es trasladado a un “área de vigilia”, un espacio con pocas celdas, donde pasará su última semana de vida.
El preso está todo el día encerrado, vigilado por dos guardias. Sólo sale para asearse y ver a sus padres, abogados y psicólogos. Estando próxima la ejecución, y con autorización del director de la prisión, el preso puede conversar con la familia frente a frente.
Antes de la ejecución el preso tiene derecho a decir sus últimas palabras, esas palabras son registradas. Después, va para la cámara, donde los testigos ven la ejecución.