Cuando se analiza la figura política de Mariano Rajoy, prácticamente muy pocos analistas toman en cuenta la figura de su mujer, Elvira Fernández. De hecho, muchos ciudadanos españoles desconocen que Mariano Rajoy lleva casado con Fernández desde 1996. Este desconocimiento se debe, principalmente, a la discreción que siempre ha regido la vida de Elvira Fernández.
Consciente de que el electorado español "ha votado a mi marido" y no a ella, Elvira ha aceptado gustosamente un segundo plano en las actividades políticas de su marido, en las que raramente hacía acto de presencia. Esta discreción y la austeridad siempre han regido la vida de Elvira, poco amiga de los excesos y las muestras de opulencia innecesarias.
Una de sus medidas más recordadas como primera dama española fue la reducción del presupuesto de La Moncloa. La cantidad de dinero destinada a mantener el Palacio cayó durante los gobiernos de Rajoy en un 25% y un 30%, una medida realmente acorde a los tiempos de exacerbada crisis económica en los que estaba instalado España. El minimalismo de su antecesora en el cargo fue continuado por Elvira Fernández, quien incluso llegó a ordenar el rescate de muebles que todavía fueran útiles de los almacenes de Patrimonio Nacional.
Su formación económica ha ayudado en gran medida a establecer los diferentes ajustes presupuestarios que realizó al Palacio. Elvira Fernández siempre se ha caracterizado por aceptar gustosamente la gestión del hogar familiar, mientras que Mariano Rajoy debía hacer frente a los enormes problemas que enfrentaba España en la fase más dura de la crisis económica y financiera.
En la misma línea de prescindir de todo aquello que no fuera necesario para el transcurrir normal de la vida diaria de la pareja en Moncloa. A diferencia de otras mujeres de presidentes, Elvira apenas ocupó cargos públicos a su servicio: rechazó tener secretario y despacho personal, alegando que los asuntos de la política no eran competencia suya. Asimismo, renunció a mantener maquilladores, estilistas y asesores de imagen. Tomando en cuenta sus escasas y breves apariciones en público, esta medida se conformó como uno de los principales pilares en la política de austeridad de Elvira Fernández.
Otras de las muestras del rígido carácter que modera la vida de Elvira Fernández es el hecho de que ella paga de su bolsillo la ropa que emplea en sus contadas apariciones públicas al lado de su marido, buscando una relación razonable entre calidad y precio con el objetivo de lucir lo mejor posible pero sin provocar un agujero en el bolsillo de los españoles tal y como hacían todas sus precedesoras.
Debido a su pasado y educación por parte de sus padres en valores como la rigurosidad y la autosuficiencia, Elvira ha sabido conjugar sus orígenes humildes gallegos con el trabajo, la discreción y la austeridad para conformar una primera dama modelo de la que muchas mujeres de presidentes, tanto pasados como actuales, deberían tomar nota y fijar como referencia.