Adrià Carrasco, CDR exiliado en Bruselas, sigue acojonado ante la posibilidad de que le alcancen los tentáculos de la justicia por sus fechorías. A pesar de que el juez haya decidido dejar de investigarle por terrorismo tanto a él como a Tamara Carrasco, los juzgados ordinarios aún pueden meterle mano por desórdenes públicos.
El CDR, de este modo, ha asegurado a la prensa nacionalista catalana que debe mantener la prudencia porque “también se puede entrar a prisión por desórdenes públicos”. Hasta que no se libre por ese delito, seguirá cagado y se resistirá a sentirse a salvo, según él mismo ha confesado.
“Lo que hace esta gente es vomitivo”
“Es una vergüenza. Es vomitivo lo que hace esta gente. Te acusan del delito más grave y aunque quede en nada, juegan con el miedo”, ha asegurado Adrià. ¡El que teme algo debe! Este tipo, miembro de los CDR, salió huyendo a Bruselas después de que la Guardia Civil registrara su domicilio en presencia de su madre.
Después de varios meses en el exilio, Carrasco ha afirmado que si está en Bélgica no es por gusto: “Si tengo garantías de que tendré un trato justo, mi voluntad es volver”, ha finalizado. Nadie le dijo que cometiera los actos por los que la justicia española anda tras sus pasos, pero últimamente parece que los delincuentes tienen más derechos que el resto de las personas.
El CDR fue responsable de los cortes de carreteras que se produjeron en otoño del pasado año 2017, motivo por el cuál su hermana Tamara fue detenida también y acusada de liderar a los CDR a instancias del Ministerio Fiscal. Adrià desapareció del mapa, pero después se supo que estaba en Bruselas, donde huyen todos los cobardes separatistas que no tienen cojones de hacer frente a las consecuencias de sus actos.
Allí cuenta con el apoyo legal del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, los exconsellers de su Govern y el rapero mallorquín Valtònyc, lo mejor de cada casa del separatismo catalán y el anticonstitucionalismo. Una panda de acojonados que no saben hacer otra cosa que tirar la piedra y esconder la mano.