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Una persona vestida de blanco con un fondo de corazones rojos.
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Esta mujer fue el gran amor del Papa Francisco: 'si no nos casamos, me hago cura'

Tenían 12 años, vivían a pocos metros de distancia y solían jugar juntos. Le pidió matrimonio y sus padres le dijeron que eran demasiado jóvenes

Amalia Damonte, fue el primero y único amor del Papa Francisco. Tenían 12 años cuando comenzaron este romance que se mantuvo a lo largo de los años.

Vivían a pocos metros de distancia y compartían juegos en los parques del barrio, donde nació una conexión profunda. Según ha contado la propia Amalia en entrevistas anteriores, su vínculo era especial. Les unía la bondad, la humildad y el sentimiento  de deberse a los demás, sobre todo a los más desfavorecidos.

“Era grande, maduro, una maravilla de muchacho”, recordó Amalia sobre aquellos primeros años de afecto mutuo.

Estaba muy enamorado y se declaró con una carta de amor, en la que le pedía matrimonio. Amalia, tuvo que rechazar la propuesta, sus padres le dijeron que era muy joven.

Una persona mayor con gafas y cabello rubio aparece en una imagen de un programa de televisión con un número de teléfono en la parte superior.
Amelia Dalmonte | Antena 3

En la carta  en la que se declaró a la que fue su novia, fue claro con su decisión. “Si no me caso con vos, me hago cura”. Y así fue, como sus caminos se separaron, ella continuó viviendo en Argentina, donde sigue haciendo su vida desde entonces.

Desde su infancia en Buenos Aires hasta los años de madurez en Roma, figuras femeninas dejaron huellas imborrables en su carácter, su fe y su visión del mundo.

“Si no me caso con vos, me hago cura”, le dijo Francisco con 12 años

Su abuela paterna, Rosa, ocupa un lugar privilegiado en sus recuerdos. Emigrante piamontesa, le enseñó a rezar, a hablar en dialecto italiano  y a mirar la vida con ternura y profundidad.

En sus palabras, Rosa era "el idioma de sus recuerdos". Fue con ella con quien compartía largas conversaciones mientras bebían mate, pequeñas escenas cotidianas que marcaron su niñez  y encendieron su interés por la espiritualidad.

Otra mujer clave en su vida fue Esther. Era su jefa en el laboratorio químico donde trabajó en su juventud. Una joven  “hermosa e inteligente”.  Hizo tambalear su vocación durante una semana, pero, al final ganó su fe.

Su hermana María Elena fue una constante fuente de apoyo y fortaleza  para ambos, siendo así declarado por el propio Papa. Pese a la diferencia de años. María Elena tiene 77 ambos compartieron infancia  entre una familia numerosa, en Buenos Aires.

Aunque desde 2013, no volvió a pisar Buenos Aires, su hermana siempre ha estado presente en su corazón y a su prima Carla. De cada una de ellas aprendió algo esencial, declaró en una ocasión.

Amalia Damonte, está jubilada y sigue residiendo en Argentina.  Ambos mantuvieron el contacto durante varios años a través de cartas, en las que compartieron recuerdos y afecto desde la distancia.

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